Las colas en las cajas de unos grandes almacenes suelen ser un gran
muestrario de “gente raruna”. Llegas a la cola, a ver que se cuece por aquí, que nos podemos encontrar, interesante, empecemos nuestras investigaciones. De
repente sientes un estremecimiento de la fuerza, salta tu sentido arácnido, se te pone el escroto tan duro
que podrías cortar embutido sobre él.
Tu cuello se gira solo, se bajan las
luces, coros celestiales, y ahí esta, Luis II de Baviera reencarnado en una
rubia. Hija mía, cuantos tripis se te han caído en los cereales para tener los
santos cojonazos de salir de esa guisa. Muy bien, botas y chándal, el origen de esto debe ser una apuesta.
Tenia cara de mafia del este, pero
bueno, conseguí hacerle esta foto, que aquí comparto con todos vosotros. Después
de darle muchas vueltas al asunto, intentar descifrar el motivo de tal funesto
conjunto, he llegado a la siguiente conclusión: creo que este es el precio que
Dios nos hace pagar por darnos los shorts durante el verano.