La deprimente historia del niño que paso a ser viejo en una noche, o como cumplir 30 años de un día para otro.

Esta mañana el niño de nuestra historia se encuentra raro; ayer se acostó siendo un chaval, 29 años, su madre le arropó como cada noche, besico en la frente, los deberes hechos… bueno eso no, que no era mucho de hacer los deberes, para que nos vamos a engañar a estas alturas de la película. Hoy al abrir los ojos, todo estaba cambiado; se había convertido en un abuelo de 30 añazos de los buenos, a la mierda la bicicleta, no había choco krispis, ni maleta, ni nada de lo que había cuando se acostó.
Su hasta ayer lacia melena había sido substituida por una calva cual posa vasos y, aquí viene la parte que a todos interesa: Efectivamente, a partir de los 30, se acabó la tienda de campaña, el abuelo, por primera vez desde antes de nacer, que en el vientre materno ya empalmaba, se ha despertado con el ciruelo cual blandiblú, el encargado de la grúa se ha tomado vacaciones, se ha caído la estructura de la torre, Sauron ya no mira desde arriba, ya no existen ni “folre” ni “manilles” (nunca pensé que haría un chiste con castillos, que maduro soy), a partir de ahora, tendrá que comprar condones de Uralita, zumbar en el suelo para que ella note algo duro… hostia puta, podría seguir así durante horas, la tortuga ya no asoma la cabeza, está blando el choped con la punta morada…

En fin, solo le queda sentarse solo, en una silla, a ver si vienen para llevarle al asilo, para poder pellizcar culos de enfermeras con sus colegas.