Historias inverosímiles: La historia del gitanico con las manos indoloras (que no le duelen)

Empezamos nueva sección, “Historias inverosímiles”… con la historia del gitanico con las manos indoloras. No es que sepa a ciencia cierta que es así (vamos, que me lo voy a inventar todo), pero viendo lo que vi… es la única explicación. Pero no adelantemos los hechos, y vayamos con la historia:
Érase una vez que se era, en un campamento gitano a las afueras de alguna ciudad, una mujer a punto de parir al lado de un charco de diamante derretido…
El campamento era el típico campamento gitano, con sus gitanos, sus caravanas, sus Mercedes y BMW’s con su segurico a todo riesgo, sin ningún atisbo de droga, todo legal.
De repente, entró un perro chillando “ojo, que viene la pulisia”. Jeremías, ya que este iba a ser el nombre del bebé, estaba robando cobre en el vientre de su madre cuando escuchó el aviso; apagó raudo su cigarro, no sin antes cortar el cordón umbilical con el mismo, y salió por patas. Salio tan rápido, que se tropezó con la polla de su padre, que estaba esperando a que Jeremías saliera para volver a entrar él, apoyando sus manos en el charco de diamante derretido, convirtiéndose en el gitanico con las manos indoloras.

Estareis pensando, ¿como se te ha ocurrido mierda de tal magnitud? Pues bien, el otro dia estaba sentando en una terraza, esperando a que empezara el futbol; de repente, se acercó un gitano fumando, con ganas de tomarse una birra. Pues bien, cogió el cigarro, lo descapulló con la otra mano, y aguanto la ceniza encendida en la palma de la mano mientras con la otra se guardaba el piti en el bolsillo de la camisa (que tampoco se quemó). A partir de ahí, la historia viene sola…


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