Hoy, yendo a ejercer el noble derecho a trabajar, como cada
mañana de lunes a viernes, he pasado por las obras de un nuevo bar; se acabó la
crisis, vamos a empezar a abrir bares, a poner birritas a la gente, ou yeah.
¿Qué tipo de bar será? Total, como había quedado para trabajar,
no para ir a contar dinero, me he ‘asomao’ a echar un vistazo, a ver que se
cuece. Los currelas pintando, poniendo alguna bombilla, una cafetera de bar más
brillante que las rodillas de la becaria, unas neveras,… y de repente, un
extraño: allí estaba, solitario en medio de la barra: un tirador de Heineken.
He pensado que sería cosa del sueño, de los lunes, de la droga, del zumo de
naranja,…. Pero no; he cerrado los ojos, los he vuelto a abrir, y nada, que en
ese bar han decidido que su birra de tirador, va a ser Heineken. Básicamente han
decidido cerrar su puto bar de mierda (es un bar de mierda porque van a tirar
Heineken). Eso es empezar con mal pie, si es que llegan a empezar; ¿qué tipo de
decisión empresarial es esa?
Es como si, a ver, pongamos que abro una casa de putas, pero
en vez de ucranianas, tías con más rabo que un marsupilami, ucranianos si queréis,
por no discriminar. La gente que venga a mi casa de putas (bueno, gente a la
que le traiga algún amigo, que de putas nadie va, siempre tiene un amigo que
les lleva) vera el ganado, lo pedirá, subirá a la habitación con ellas (aunque
ya se huela algo, ya que estamos,…), pero una y no más amigos, la gente no va a
volver a mi casa de putas; pues ahora cambia polla donde no toca por Heineken y
ya tienes el símil hecho.
Mejor que no quiten el cartel de se traspasa, porque lo van
a necesitar pronto, estos no se salvan ni poniendo tapita.
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